El Valle del Zalabí. Un paisaje primitivo

Hay lugares en los que el paisaje habla y nos cuenta su larga historia. En el norte de la provincia de Granada, a escasos dos kilómetros de Guadix, se despliega el Valle del Zalabí, un peculiar escenario histórico que deja fascinado al viajero.

La singularidad de estas tierras fue sin duda determinante para que en ellas se asentaran distintas culturas de la prehistoria, que se establecieron aquí desde la época neolítica. Los valles y los cursos fluviales sirvieron a los pueblos primitivos de vías de acceso naturales; la fertilidad de sus tierras de regadío, junto con el uso incipiente de los metales con los que se construyeron rudimentarias herramientas para trabajar la tierra, promovieron el desarrollo de las técnicas agrícolas. Es así como se establecieron los primeros núcleos urbanos, en un enclave considerado ideal por su riqueza de recursos, lo que fue posible gracias a numerosas circunstancias favorables.

La climatología que propicia el valle, que discurre al resguardo de cerros de arcilla, y su magnífica posición en la ruta de paso hacia la costa de Almería, convirtieron a dos de las localidades de este municipio, Exfiliana y Alcudia de Guadix, en la antesala de la histórica ciudad de Guadix, que empezó a ser importante en tiempos de la Hispania romana. Por ella discurría la célebre Vía Augusta[1] , y Julio César mandó su fundación bajo el nombre de Iulia Gemela Acci, en el año 45 a.C., concediéndole la categoría de colonia. Y a escasos dos kilómetros, se encuentra Esfiliana, o Exfiliana, así denominada por su filiación a este núcleo romano de Iulia Gemella Acci (Ex- Julia, a las afueras de Julia).

 

[1] La Vía Augusta era la calzada más larga y transitada de la Hispania romana, con una distancia que abarcaba más de 1.500 kilómetros, desde los Pirineos hasta Cádiz.

Esta impactante orografía es el resultado de una climatología diferenciada y extrema, provocando unos efectos extraordinarios debido a la erosión de los macizos rocosos y las colinas de arcilla, condicionando el entorno natural, de morfología caprichosa y grandes contrastes cromáticos: los verdes de su vega y los pinares se alternan con el ocre rojizo de sus cerros, sobre el fondo de una Sierra Nevada que altera el paisaje rotundamente de invierno a verano.

Rastreando la existencia de este valle en tiempos de al-Andalus, nos encontramos con numerosas referencias, entre ellas las del gran escritor argelino al-Maqqari (Tremecén 1578 – El Cairo 1632), que define este conjunto de poblaciones como “un castillo tan grande que parece una ciudad”. El reputado geógrafo andalusí del siglo XII al-Idrisi, también la cita como Isn-Yiliana en un pasaje que describe las distancias en torno a Guadix y la localidad de Dólar, donde menciona que es famosa por sus peras.

Según el catedrático J. A. Rodríguez Lozano, experto en Historia Medieval e Historia del Islam de la Universidad de Granada, “la identificación de Esfiliana ha pasado por diferentes procesos, y tras recurrir a razones fonéticas, históricas, documentales y geográficas, entre otras, en este trabajo se propone como la identificación más plausible la de Esfiliana, población al sur de Guadix (Granada). Es probable que pareciera una ciudad, pues seguramente tendría bajo su tutela los lugares de Esfiliana, de Alcudia de Guadix y, entre ambos, el Salabín, mencionado por Luis de Mármol –historiador y militar que nació en Granada en 1524– y todos ellos junto a Zigüeñí, del que eran anejos Esfiliana y Zalabín, que era a su vez anejo de Alcudia. […]”.[2]

 

[2] Rodríguez Lozano, J. A. “Hisn Ŷliāna. Esfiliana”. Miscelánea de Estudios árabes e islámicos. N. 40. Universidad de Granada, 1991.

Shustar, patria de Shustari

 

El prestigioso poeta místico Abu al-Hassan al-Shustari nació en el siglo XI en Esfiliana, que entonces se conocía como Shustar. Su primera formación académica tuvo lugar en Xátiva (Valencia) y ya en su adolescencia comenzó a interesarse por el sufismo. Era un místico viajero, después de vivir en Marruecos donde alcanzó el grado de sheij (maestro), viajó hasta Oriente Medio y en 1253 visitó La Meca. Allí conoció a su verdadero maestro Ibn Sabin al-Cursi, a quien sucedió a su muerte, quedando al cargo de sus discípulos junto a los que se trasladó a Egipto. Murió en 1269 en la ciudad de Damieta. Esta ciudad, gobernada por los ayubíes,  ̶ dinastía iniciada por Saladino ̶ , fue tomada por los caballeros de la Quinta Cruzada, apenas cincuenta años antes de la llegada de al-Shustari.

En la imagen Ataque del puerto de Damieta, del pintor C.C. Van Wieringen. ©WikiCommons

La categoría de estas localidades, situadas a la vera de una importante vía de comunicación, fue creciendo, en particular durante el califato Omeya. Era el paso obligado para alcanzar el puerto de Almería, uno de los grandes puertos de al-Andalus. Desde aquí se conectaba el Mediterráneo occidental con Oriente –un área que constituía la casi totalidad del entonces mundo conocido–, y su importancia radicaba no sólo en la ingente cantidad de transacciones comerciales que desde aquí se efectuaban, sino también en sus posibilidades defensivas y militares debido a su fabulosa posición estratégica.

En 1489, esta zona norte de la provincia de Granada pasa a integrar la Corona de Castilla, tras la rendición del rey Muhammad XIII, conocido como El Zagal, que era tío del último rey de Granada, Boabdil.

Durante la rebelión de los moriscos, que en Guadix tuvo una gran impronta, Exfiliana jugó un importante papel dada su cercanía a esta ciudad. No sólo apoyó la sublevación, sino que acogió a los que fueron expulsados de los pagos cercanos como Alcudia, Cigüeñí y el Zalabí, a pesar de que Hernando el Havaqui fuera precisamente de Alcudia. Conocido como “el Gran Alguacil”, Hernando tomó parte activa en la rebelión de los moriscos contra Felipe II, siendo capitán de la zona de Guadix, Baza y el Marquesado del Zenete cuando estos se sublevaron en Las Alpujarras.

Del episodio de los moriscos, de su situación en la zona y sus posesiones territoriales, dan perfecta cuenta los documentos oficiales de la época que se conservan, como el titulado Apeos que se hicieron por el Doctor Miguel de Salazar, en el año 1571, de todas las Haciendas de los lugares de Exfiliana, Zalabí y Cigüeñí que fueron de los moriscos. Tras la expulsión de estos del Reino de Granada, en 1571, la localidad se quedó vacía y se repobló con cristianos viejos.

La fertilidad de estas tierras que le dieron fama todavía perdura en su amplia vega. En la imagen, las localidades de Exfiliana y Alcudia de Guadix, casi unidas, como lo estuvieron siglos atrás según las crónicas históricas.

Empieza a fomentarse entonces una fuerte tradición cristiana. Sus santos patronos son los Santos Mártires San Juan y San Pablo, (antiguos oficiales del ejército romano que sufrirían la persecución de los romanos en tiempos de Constantino el Grande, y fueron martirizados por su conversión al cristianismo y decapitados en el año 362); y a través de la conmemoración de la Virgen del Rosario se celebraba tradicionalmente la victoria de Lepanto (que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571).

No es pues de extrañar que en esta pequeña aldea naciera uno de los máximos representantes del arte religioso del periodo tardobarroco: Torcuato Ruiz del Peral, autor de las tallas de los santos del coro de la catedral de Guadix y de la Virgen de Santa María de la Alhambra, entre otras muchas importantes obras.

En el siglo XVI, la villa recibe el nombre de Yxfilyna y dos siglos más tarde, en 1750, esta es descrita, según el Catastro de Ensenada, como Una villa dotada de 80 casas y 5 molinos harineros. Los habitantes del municipio vivían del cultivo de huertos, viñas, alamedas, servales, morales y otros frutales, castaños y algunos olivos, así como de la producción de seda.

Volviendo de nuevo al histórico entorno natural de esta tierra, nos encontramos con su descripción en numerosas fuentes medievales que refieren su belleza. Luis de Mármol Carvajal escribe: “el río, bajando desde Sierra Nevada va á dar a Alcudia y Zalabin y á Ixfiliana … con hermosísimas riberas de arboledas, de un cabo y de otro riega las huertas y hazas de la Vega, en la que se producían manzanas que gozaban de gran fama” y los albaricoques, que según registra el refranero castellano “los albaricoques de Esfiliana, si no caen hoy, caen mañana”.

El valle a vista de pájaro permite contemplar la variedad de su composición geográfica, que combina llanuras de cultivo, pinares y el curso de los ríos.

En cuanto a Alcudia, se cree que la ubicación original de esta villa en época prehistórica estaba localizada enfrente de su situación actual, al otro lado del valle, donde hoy se ubica la ermita del Zalabí, dedicada a nuestra Señora de la Cabeza. Sin embargo, no es hasta el siglo VIII, en los albores de la historia de al-Andalus, cuando se establecen aquí los primeros musulmanes, la familia siria de los yundíes. Esta tribu logró huir de Damasco tras la masacre de los miembros de la dinastía omeya a manos de una dinastía rival, los abasíes.

De esta matanza también escaparía el joven príncipe que más tarde sería el califa Abderrahman I, quien inauguró la saga de los omeyas en al-Andalus, lo que supuso el momento histórico más brillante de la historia de la España musulmana. Pero la población islámica de Alcudia cambió en los siglos X y XI a otra compuesta por grupos de bereberes del norte de África y otras agrupaciones de tribus, como los kalbíes (que eran originarios de Yemen). Alcudia es entonces conocida como Alcudia al-Hamra (la roja) en alusión al tono rojizo de su tierra.

El Castillo de La Calahorra, la enseña más medieval de las llanuras del Marquesado, fue construido en el siglo XVI sobre los restos de una antigua fortaleza árabe.
Situado a una altura de 1.200 metros que domina el Marquesado del Cenete, constituye la primera obra en España que contó con artistas y materiales italianos, que cuenta en su interior uno de los más bellos ejemplos de la arquitectura renacentista.

Tras la conquista del Reino de Granada por los Reyes Católicos, y una vez integrada la Corona de Castilla, Alcudia gana notoriedad por su excelente producción agrícola y por el avanzado nivel, que para la época, se gozaba en la vida cotidiana: había agua en cada vivienda, sus habitantes podían disfrutar de una gran cantidad de bienes comunales, y era también popular por el renombre de sus baños, que se convertían en ceremonias nocturnas sobre todo en el festejo de las bodas.

A lo largo de la Edad Media, esta zona permaneció impregnada de una inequívoca tradición feudal. Sabemos que señores como el Marqués de Zenete, o el aclamado almirante granadino Álvaro de Bazán (cuya campaña más resonada tuviera lugar en la Batalla de Lepanto) tenían posesiones en el valle. El militar poseía una vasta hacienda en Exfiliana, de la que se dice que sus huertas tenían gran fama por su alto rendimiento agrícola.

El político español Pascual Madoz (1806-1870), que dio nombre a su famoso Diccionario geográfico-estadístico de España y sus posesiones de Ultramar,simplemente conocido como Diccionario de Madoz, dice en él: “extramuros de Esfiliana y al este, en el sitio conocido por Zalavi, es decir, el lugar que todavía en tiempos de Mármol Carvajal era un núcleo de población, se puede corroborar, si cabe, lo importante y lo cercano de los cuatro núcleos casi unidos”.

Lo que más carácter otorga a este paisaje primitivo es la alternancia de sus fértiles vegas, alamedas y pinares, con las formaciones arcillosas. Estas han sido y siguen siendo ideales para el hábitat troglodítico que prolifera en este entorno.

Los cerros horadados por estas cuevas-vivienda es algo muy común en esta zona y hoy en día es una alternativa muy codiciada, lo que ha hecho que prolifere su construcción.

La utilización de las cuevas como vivienda en esta región carece de datación precisa, aunque algunas teorías apuntan que su origen tal vez se remonte a la época en que las tribus bereberes ocuparon la zona, pues las cuevas más antiguas -que al principio se utilizaron como fortalezas- son de finales del siglo X y principios del XI. Durante el periodo de dominio almohade (siglos XII y XIII) su uso se diversificó y sirvieron como unidades de defensa y también como vivienda. Los últimos musulmanes españoles que vivieron en estas tierras, los nazaríes, empezaron a utilizarlas con fines residenciales tal y como se hace hoy en día, y hay constancia de la existencia de cuevas habitadas cuando los Reyes Católicos llegaron a Guadix en 1489.

Se trata de una tipología única en Europa. Hoy en día constituye otro de los grandes atractivos de la comarca, que recibe multitud de visitantes. La cueva presenta una posibilidad habitacional fabulosamente ecológica, y si bien sus ventajas son reconocidas desde antaño, en nuestros días es valorada sobre todo por sus condiciones de sostenibilidad. En cuanto a climatización, en ellas se produce una inversión térmica que permite en el interior una temperatura fresca en verano y cálida en invierno.

La construcción de las cuevas es posible gracias a la condición de blandura de la arcilla. Estas se pican en las laderas de las colinas, barrancos o collados a partir de un plano vertical, para proseguir en horizontal horadando galerías y realizar tantas ramificaciones como se quiera. Las estancias resultantes son recubiertas de argamasa, y posteriormente se encalan. Los humos se evacuan por medio de chimeneas que se construyen perforando el cerro verticalmente y que luego afloran al exterior, lo que dota al paisaje de una fisonomía inaudita. El acceso se hace a través de una puerta de madera, a veces dividida en dos partes (la superior sirve de ventana), una tradición de origen morisco.

Respecto al auge de este tipo de vivienda en la actualidad, la arquitecta Meritxell Álvarez realizó en 2013 un proyecto de interpretación de este hábitat característico, del que podemos extraer interesantes informaciones:

«La población ha aplicado unas técnicas sencillas e inteligentes para aprovechar las condiciones favorables que ofrece el paisaje para la creación de este singular hábitat. Por otro lado, el clima mediterráneo de matiz continental y con tendencia a la aridez definió el marco natural en el que preferiblemente se extendió la excavación de vivienda. En cuanto a construcción se refiere, podemos considerarla como una arquitectura vernácula, pues se trata de una forma de hábitat proyectada por los habitantes de la región, y un periodo histórico determinado, mediante el conocimiento empírico y la experimentación.

El hecho de ser edificada con materiales disponibles en el entorno inmediato logra el objetivo de generar microclimas para obtener cierto grado de confort térmico y así minimizar las condiciones de climas extremos. Es también muy importante, desde el punto de vista actual, el papel socioeconómico que desempeña para esta comarca una arquitectura bioclimática y sostenible integrada en el paisaje y el medio ambiente.

Consideradas construcciones no agresivas, constituyen un importante legado de la arquitectura popular, y su uso residencial se ha revalorizado hasta el punto de pasar de ser considerada infravivienda a ser una vivienda bioclimática, acondicionada al presente y con un futuro prometedor. De ahí que, junto al uso residencial tradicional, en los últimos años se esté impulsando el aprovechamiento turístico de las cuevas, que es ya una realidad que las convierte en elemento diferenciador y uno de los más atrayentes del sector. Aunque no sea posible cuantificar el proceso, es cierto que especialmente en los últimos veinte años -desde la década de los noventa del pasado siglo- se ha dado un enorme salto en cuanto a la proliferación de estas viviendas. Esto ha sido posible al producirse la convergencia de una percepción positiva de este tipo de residencia por parte de la población y la política de apoyo desarrollada por los poderes públicos”.

“TROPOLIS”, situado entre las localidades Alcudía de Guadix y Exfilina, es un centro de interpretación en cueva donde se combina una muestra viva de la actividad rural de la Comarca de Guadix alrededor de cinco representaciones fundamentales: El PAN, el VINO, el QUESO, la ARTESANÍA y el TROGLODITISMO.

 

El creciente interés por el turismo rural y cultural ha puesto a lugares como este en los primeros puestos de las listas de “lugares de escapada”: su paisaje cuenta su larga historia y su gastronomía, la calidad de sus productos agrícolas, reconocida desde antiguo, la buena acogida de sus gentes y sus tradiciones genuinas, hacen de este valle un lugar que merece la pena ser disfrutado.

 

 

Ana Carreño Leyva

Fundación Pública Andaluza El legado andalusí

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