Más allá de las columnas de Hércules

Parte II

Los árabes conocían la Islas Canarias a través de Ptolomeo, y las llamaron Jazair al-Khalidat, “Las Islas Eternas”, presumiblemente una versión del nombre griego. Algunas fuentes nos hablan de ellas como si fuesen una leyenda, y nos decían, por ejemplo, que en una de las seis islas –de hecho, son siete– había una estatua de bronce, como la que existe en Cádiz, que advertía a los viajeros que se dieran la vuelta. Sin embargo, al- Idrisi, el famoso geógrafo del siglo XII que escribió para la corte del rey Roger de Sicilia, cuenta que intentaron mandar una expedición a las Islas Canarias a finales del siglo XII, durante el reinado del monarca almorávide Yusuf Ibn Tasufin. El almirante al cargo de la expedición murió justo cuando estaban a punto de partir, así que la aventura se quedó en nada. Al-Idrisi cuenta que la curiosidad del almirante creció al ver una columna de humo que se alzaba por el mar, hacia el oeste, tal vez como resultado de la actividad volcánica.

Mapa de al-Idrisi según su visión del entorno mediterráneo, con la posición norte y sur invertida.

Al-Idrisi nos habla de otras islas más del oeste Atlántico:

“Sawa se sitúa cerca del «Mar de las Tinieblas». Alejandro Magno pasó allí la noche anterior a su partida hacia el oeste tenebroso. Sus habitantes arrojaron piedras a las naves, hiriendo a varios de los compañeros de Alejandro.

Los habitantes de la isla de al-Su’ali tienen el cuerpo con forma de mujer y unos protuberantes dientes caninos. Sus ojos relucen como relámpagos y sus muslos son como troncos. Luchan contra los monstruos marinos. Hombres y mujeres no se diferencian sexualmente, y los hombres no tienen barba. Se visten con hojas de los árboles”.

La isla de Hasran está coronada por una montaña alta y enorme. A sus pies brota un pequeño riachuelo de agua dulce, donde se ubica la morada de sus habitantes, que son de baja estatura y piel oscura, amplia frente y grandes orejas. Las barbas de los hombres llegan hasta sus tobillos, y se alimentan de hierba y otras plantas.

Al-Ghawr es larga y ancha; en ella crecen muchas hierbas y plantas. Está plagada de ríos, charcas y matorrales que dan refugio a burros y a un tipo de ganado que tiene largos cuernos.

La isla de Qalhan la habitan personas con cabeza de animal que se adentran en el mar para pescar su alimento, que podrían ser focas muy probablemente. Las islas llamadas Los Dos Hermanos, Shirham y Shiram, podrían corresponder a los dos islotes cerca de Lanzarote, Alegranza y La Graciosa, o tal vez a algunos islotes rocosos fuera de sus costas. Según cuenta una leyenda, Dios les convirtió en piedra por practicar la piratería. Su isla se encuentra cerca de Asfi (Safi, Marruecos), y en los días claros puede verse una columna de humo que se levanta sobre ella. Esto fue lo que atrajo la curiosidad, como hemos dicho anteriormente, del almirante de Yusuf Ibn Tasufin para llevar a cabo aquella expedición que hubo de abortarse.

De la isla al-Mustashkin se dice que estaba habitada. Tiene montañas, ríos, árboles frutales, campos de cultivo y una ciudad rodeada por altos muros. Solía haber un dragón en la zona, y la gente se vio obligada a alimentarlo con toros, burros y hasta con seres humanos, según cuenta la leyenda. Cuando llegó Alejandro Magno, la gente se le quejó de los estragos del dragón, y entonces Alejandro le dio de comer a la criatura una mezcla explosiva y lo voló en pedazos”.

Algunos de los nombres de estas islas tienen sentido en árabe, pero otras no. Sawa no significa nada. Al-Suali es una palabra que hace referencia a un tipo de demonio o vampiro femenino; algo acertado según la descripción que hace al-Idrisi de la población femenina de la isla. Hasran significa “arrepentido” – ¿la Isla del Arrepentimiento? – pero si elegimos la variante Kushran, nos encontramos ante el significado “perdido” –tal vez la Isla de la Pérdida o la Isla Perdida. Pero si la palabra es árabe, cabría esperar que estuviesen introducidas por el artículo “al”.

Al-Ghawr tiene sentido; significa una depresión del terreno rodeada por tierras altas, y se da con frecuencia en el mundo árabe como topónimo. Al-Mustashkin tal vez sea una corrupción de al-mushtakin, que significa “los quejumbrosos” –algo apropiado para una población esclavizada por un dragón. Esta historia de Alejandro y el dragón es una reminiscencia del Undécimo Trabajo de Hércules, el de las Manzanas Doradas de las Hespérides que se hallaban custodiadas por un dragón de nombre Ladón.

 

En el mundo de lengua árabe, son muchas las leyendas que se transfirieron de Hércules a Alejandro, incluida la de la construcción de un puente que conectaba las columnas de Hércules. Algunos mitógrafos griegos pensaban que las Islas de las Hespérides estarían allá por las costas del norte de África y, por otro lado, ya hemos visto cómo al-Idrisi asocia a Alejandro con dos de las islas atlánticas.

Al-Idrisi da los nombres de trece islas en el oeste atlántico, a excepción de la número 14, a la que fueron los mugharrirun. Esta isla sin nombre, junto con Masfahan, Laghus, Los Dos Hermanos y probablemente Sawa, pertenecen con casi toda seguridad al archipiélago canario. Laqa podría ser Madeira, mientras que Isla Oveja y Raqa, podrían ser parte de las Azores. El lugar de ubicación de al- Suali, Hasran, al-Ghawr, Qalhan y al- Mustashkin es desconocido. Al-Suali y al-Mustashkin suenan totalmente a leyenda, pero no hay nada de legendario en Hasran y Qalhan, que parece que podrían estar juntas. Como las Islas Canarias eran las únicas islas habitadas en el oeste atlántico poco antes de la llegada de los europeos, puede que Hasran perteneciese a otro grupo –a menos, por supuesto, ¡qué no se hallara en el Caribe!

La última isla del Atlántico es Laqa. Al-Idrisi relata que en ella crecían árboles de aloe y que su madera no tenía perfume, pero que según te alejabas de ellos empezabas a percibirlo. Su madera es negro oscuro, y los mercaderes venían a la isla para recogerla y después venderla a los reyes del lejano oeste. Se decía que la isla había estado habitada en el pasado, pero que cayó en desgracia y las serpientes infectaron la tierra. Esa es la razón por la que nadie puede arribar a ella. ¿Podría referirse Laqa a Madeira? Madeira estaba cubierta por una profusa arboleda cuando llegó el primer asentamiento en el siglo XV, de ahí que tenga ese nombre. Los colonos incendiaron rápidamente los bosques, de modo que ahora es difícil saberlo con certeza, pero puede que allí hubiera crecido cierto tipo de madera aromática.

 

Madeira era muy preciada por sus maderas, de ahí su nombre, gracias a la abundancia de bosques que poblaban densamente la isla. Aquí se encuentran restos de bosque húmedo original, al igual que en las demás islas de la Macaronesia (nombre de los cinco archipiélagos atlánticos: Madeira, Azores, Islas Canarias, Isla de Cabo Verde y las Islas Salvajes).

Existe otra referencia tentadora en relación con los primeros viajes por el Atlántico, como en esta ocasión la que procede de al-Masudi. El relato debe datarse con anterioridad al año 942, fecha en la que al-Masudi terminó el libro del que extraemos el siguiente fragmento:

“Es una opinión generalmente aceptada que este mar –el Atlántico– es la fuente de todos los otros mares. Se cuentan historias maravillosas de él, que hemos relatado en nuestra obra titulada Los Anales Históricos, en los que hablamos de lo que allí han visto los hombres que se adentraron en él, poniendo en riesgo sus vidas, y del que han regresado sanos y salvos. Un hombre de Córdoba, llamado Jashjash, reunió a un grupo de jóvenes de su misma ciudad y partió rumbo al océano en barcos que ellos mismos habían guarnecido. Tras una ausencia más bien larga, regresaron con un rico botín. La historia es famosa, y muy conocida por todos los españoles”.

La obra Los Anales Históricos, que seguramente ofrece muchos más detalles en la descripción de este y otros viajes, se ha perdido. El hecho de que la historia se haya conservado tal vez se deba a la rareza de dichos viajes. Por otro lado, este pasaje nos muestra que los viajes por el Atlántico se realizaron realmente, y son recordados.

¿En qué dirección navegaría Jashjash? Si se hubiera dirigido hacia el norte, lo más seguro es que hubiera saqueado las costas de Portugal, Francia o incluso Inglaterra. Sin embargo, la historia sucede en el contexto del debate sobre la ubicación del Mar Circundante, no de las costas del norte de Europa, que eran relativamente conocidas por los geógrafos árabes. En ese contexto quedaba claro que Jashjash navegó en dirección oeste. En ese caso, el lugar más cercano donde podría obtener un rico botín era el Caribe.

Planisferio de Cantino elaborado en Portugal en 1502 por un cartógrafo anónimo, que se conserva en la Biblioteca Estense de Módena, Italia.

Estas islas imaginarias estaban señaladas, junto con otras, en las cartas de navegación del siglo XIV.

Las Antillas y Brasil, durante mucho tiempo consideradas una leyenda, siguen teniendo hoy el nombre de lugares reales.

Los hombres seguían buscando todavía la Isla de San Brendan hasta el siglo XVIII; Ilha Verde, la Isla Verde, no desapareció de las cartas náuticas hasta hace relativamente poco, mediados del siglo XIX. A lo largo de toda la Edad Media, las historias de las islas del oeste mantuvieron vivo el interés por adentrarse en el Atlántico en el mundo entero. Después de todo, las Islas Afortunadas existían en realidad, ¿por qué no habrían de existir las Antillas? En el siglo XV, al igual que pasó con las Azores, las islas Madeira, Canarias, y las Islas de Cabo Verde se fueron colonizando progresivamente, y tras implantarse el cultivo del azúcar, la búsqueda se convirtió en una empresa que se fue intensificando. Los mercaderes genoveses estaban deseando financiar la producción de azúcar. Encontrar tierras libres   ̶ que no suponía carga alguna para los terratenientes que disfrutaban de derechos hereditarios y pagaban una renta fija en tiempos de inflación ̶   ¿significaba escapar de una depresión económica?

Y ¿quién sabía lo que había más allá de las Canarias, o de las Azores? Después de todo, al-Idrisi, que no cesaba de repetir que no había nada más allá de las Islas Eternas, hizo muy bien en contradecirse al contarnos en otros pasajes, citando nada menos que a toda una autoridad como Ptolomeo: “Existen 27.000 islas en este mar, muchas están deshabitadas, otras no; hemos mencionado solamente aquellas que se hallan más próximas al continente, y que están habitadas. En cuanto a las otras, no es necesario mencionarlas aquí”.

Volcán en las Islas Azores.

Estas islas atlánticas poseen numerosas características comunes, entre las que cabe destacar su fauna y flora y su naturaleza volcánica.

Volcán Teide, en Tenerife. Islas Canarias.

Este es el trasfondo en el que se gestaron los viajes de Cristóbal Colón. Había tomado parte en expediciones por la costa de África por encargo del príncipe Enrique El Navegante. Colón conocía bien las islas del Atlántico; su esposa era la hermana de Bartolomé Perestrello, uno de los primeros colonos de Madeira. Su hermana estaba casada con Pedro Correa, de la misma isla, quien había encontrado un trozo de madera labrada en la orilla de la playa, lo que le hizo suponer que había llegado arrastrada hasta el este desde tierras desconocidas que se hallaban al oeste. El hijo de Colón, Hernando, describió muy bien en el año 1537 lo que aquellas islas habían alentado la imaginación de su padre, tras describir cómo éste se nutría de las fuentes antiguas y medievales, y contando como Paolo Toscanelli le decía en una carta que era posible alcanzar Asia navegando rumbo al oeste:

“La tercera y última razón que tenía el Almirante para descubrir las Indias, era la esperanza que mantenía de encontrarse con alguna isla o tierra que fuera de gran utilidad, antes de llegar a ellas, lo que le llevó a proseguir con su objetivo principal. Su esperanza se vio revalidada cuando leyó los libros de numerosos eruditos y filósofos que decían, como algo fuera de toda duda, que gran parte del globo era tierra seca, porque la parte de tierra era mayor que la que estaba cubierta por agua. Siendo así, su argumento era que entre la costa de España y las fronteras de la India que se conocían entonces, habría muchas islas de gran extensión, como estaba demostrado empíricamente. Esto era en lo que creía principalmente, pues se valió de algunas fábulas e historias que había escuchado por boca de varias personas y marineros que comerciaban en las islas y los mares, que se encontraban al oeste de Azores y Madeira. Estas eran las historias que él recordaba, y que venían a adaptarse a sus propias opiniones. Era algo que no se cansaba de repetir a aquellos que deseaban saciar su curiosidad”.

 

Paul Lunde.
Historiador y arabista

Texto publicado por cortesía de ARAMCOWORLD. 1992, Mayo-Junio.

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