El descubrimiento de Granada por los románticos franceses

 

Por Youenn Rault

El viaje de los primeros franceses con destino a España fue por un motivo militar: las guerras napoleónicas.

Pero descubrieron un arsenal de inspiración poética que alimentaría el espíritu de los artistas románticos que no cesaron de visitar nuestro país, en especial Andalucía.

El hecho de que España siga siendo uno de los destinos europeos más dinámicos hoy en día, tiene sin duda su origen en el siglo XIX, una época en la que la corriente romántica va a centrarse en este espacio y a difundirse, particularmente, a través de la literatura francesa.

España, pero sobre todo Andalucía, suscitó una auténtica pasión entre los románticos franceses. Chateaubriand y su Último Abencerraje, por ejemplo, pasando por Mérimée y su Teatro de Clara Gazul, su famosa obra Cuatro Cartas de España, y sobre todo Carmen, convertida en una figura mítica, se convierten en los grandes impulsores del espíritu y estética románticos. Incluso Víctor Hugo, que además de su teatro y sus numerosos poemas sobre España, nos ha dejado el relato Viaje a los Pirineos y los Alpes.

Recordemos también los Cuentos de España e Italia de Alfred de Musset, el Don Juan de Alejandro Dumas, y la recopilación de poemas titulada España y Tras los Montes, resultado de su viaje por España.

La lista podría ser interminable, lo que viene a demostrar la auténtica obsesión por este país. Pero ¿cuál es la razón del interés de los franceses por España? ¿Cómo se conjuga el viaje con el trabajo de creación? ¿Cuál será la imagen que van a crear de España, y especialmente de Andalucía? ¿Se sigue percibiendo el impacto de los románticos?

Los primeros franceses empezaron a llegar a España a partir de los primeros años del siglo XIX, cuando el país se encontraba asolado por la guerra; eran militares a los que poco interesaba el relato de su viaje.  Sin embargo, esta presencia militar inaugura la primera oleada de viajeros, escritores y poetas decididos a describir España.

Este viaje, esta “búsqueda del absoluto” se convertirá en otra búsqueda: la del “paraíso perdido” oriental, sí, pero también poético.

Centrándonos en Granada, la visión que se crea de ella a partir del impulso romántico va a contribuir a la fabricación de no pocos mitos y leyendas; a una visión poética que conducirá a la común crítica y que acabará fracasando.

¿Cómo llegan a España estos viajeros románticos? ¿Qué les empuja a visitar el país? ¿Quiénes son los primeros en describir España?

El contexto aproximado del Romanticismo que se vivió en Granada se enmarca en la situación política, social y cultural de la España de principios del siglo XIX, cuando se produce la primera oleada de franceses, no solo compuesta por soldados, sino también por hombres de letras, pertenecientes a la nobleza y personajes de alta posición social. Personajes como, entre otros, Jean de Rocca, húsar y segundo marido de la escritora Madame de Staël, y Chateaubriand, por aquel entonces ministro de Asuntos Exteriores. Inmersos en el conflicto militar, la visión que ofrecen es distinta, que, aunque es más técnica y menos literaria, es también personal, factor que atrae a los románticos.

Jean de Rocca, miembro del prestigioso cuerpo de los húsares, lo refleja en su relato Mémoires sur la guerre des Français en Espagne, donde se funden impresiones y sentimientos: «El cielo de Andalucía es tan puro y sereno que se puede dormir al aire libre durante casi todo el año; en verano, y a veces incluso durante el invierno, los hombres duermen bajo los pórticos. Hay multitud de personas con poco dinero que viaja sin preocuparse de buscar alojamiento todas las noches; llevan consigo sus alimentos o bien se los compran a las mujeres que los preparan para los transeúntes en hornillos a la entrada de los pueblos grandes, o en las plazas públicas […]. En Andalucía encontramos a cada paso, más que en ninguna otra región de la península, la huella o recuerdo de los árabes, y es la singular mezcla de los usos y costumbres orientales y cristianas lo que distingue particularmente a los españoles de los otros pueblos de Europa».

Si el viaje encarna uno de los temas principales del Romanticismo es porque incorpora aspectos como el espíritu de libertad y aventura, el descubrimiento de lo desconocido y de los paisajes naturales exóticos que inspiran al artista emociones intensas. En el sur de España en especial, las ruinas de tiempos antiguos, de culturas como la medieval o la oriental, que no conocieron pero que están a punto de descubrir, constituyen una fuente de inspiración literaria como contrapunto a la uniformidad clásica y al racionalismo de los siglos precedentes.

 

A la izquierda un retrato de Jean de Rocca, con uniforme de húsar del ejército de Napoleón durante la Guerra de la Independencia española, sobre la que escribió Memorias sobre la guerra de los franceses en España. Fue el marido de la gran intelectual Mme. de Staël, quien introdujo el Romanticismo alemán en Francia. Feminista pionera, abogaba en favor de la educación de las mujeres; su salón literario de París gozó de gran fama y sus ideas monárquicas provocaron que Napoleón la expulsara de Francia al considerarla un inconveniente para su política.

 

A la derecha, un retrato con inequívoco sabor romántico del gran escritor e impulsor del Romanticismo en Francia, el bretón François-René Chateaubriand. Fue ministro de Napoleón, a pesar de su oposición inicial al proceso revolucionario, ya que apoyaba la monarquía constitucional y además pertenecía a la nobleza, por lo que su familia fue ejecutada y él mismo perseguido.

 

La melancolía de la Historia

 

Historia y viaje ocupan así pues un mismo espacio creativo, pero la historia es el corazón que late en la escritura de los románticos. El trabajo de la escritura se dilata en el tiempo, de ahí que su relación con la historia tome formas distintas.

Antes de iniciar el viaje, el autor se forma una idea de lo que se dispone a descubrir a través de lo que ha leído, pero, también, a partir de lo que le ha transmitido la cultura. Durante su estancia, el autor está en continuo contacto con la historia. Cada monumento, cada música, cada paisaje es nuevo para él.

El escritor e hispanista francés Martinenche (1869-1939) escribe en el capítulo titulado “Les Maures et Leurs Monuments en Espagne” (“Los Moros y sus Monumentos en España”) de su obra Propos d’Espagne: “De entre las maravillas que han florecido en el suelo de la pintoresca España […] tal vez sean los monumentos de arte árabe los que guarden más atractivo. Poseen para nosotros el encanto y la dulce melancolía de las civilizaciones desaparecidas.”

 

¿Viaje físico o simbólico?

La historia es pues una de las muchas razones que empujaron a los románticos a viajar a España, pero esta se torna más particular cuando empieza a producirse la fascinación oriental que en Andalucía en especial se sirve del mestizaje cultural; el viaje ofrece un recorrido entre oriente y occidente. En la obra de Dumas Impresiones del Viaje, podemos leer: “Viajar es vivir en la plenitud total de la belleza; es olvidar el pasado y el futuro en virtud del presente; es respirar a pleno pulmón, disfrutar de todo, apoderarse de la creación como si fuera algo que es nuestro […]. Muchos han pasado delante de mí, o yo he pasado ante ellos, que no han visto las cosas que yo he visto allí, que no han entendido el relato que me han ofrecido, y que a su regreso no se han traído los miles de recuerdos poéticos que mis pies han hecho brotar al retirar, a veces a duras penas, el polvo de los tiempos pasados”.

La España que conocían hasta ese momento a través de los libros era una España creyente, heroica y pintoresca que consideraban romántica por excelencia porque guardaba lo oriental y medieval que ningún otro país europeo podía ofrecer. La palabra “España” será mágica para estos autores. Chateaubriand exclama: «¡Cómo me latía el corazón al abordar las costas de España!». Gautier incluso escribiría en 1865: «Estamos listos para partir en cuanto se pronuncia esa palabra mágica: España». Este tesoro inesperado del Oriente en España la convertirá en el faro del destino para los románticos.

 

Para los románticos, la naturaleza, al contrario que la cultura, genera una verdadera pasión: los paisajes grandiosos y los decorados naturales, los escenarios con magníficos monumentos y vestigios del pasado constituyen el alma mater de su inspiración. Su experiencia personal sobre el terreno es el corazón del relato, lo que lo alimenta y da sentido. Pero hay que elaborar cuidadosamente la forma en que se realiza el relato para que sea apto para su publicación. La literatura de viajes constituye un género literario en sí porque permite considerar la cultura, los modos y costumbres y el patrimonio común, así como la crítica de las instituciones y la sociedad. Según el autor de los famosos Cuentos, Hoffman (1881): “Los franceses fueron precisamente los primeros, y más tarde los más empeñados en proclamar la belleza de España. Fueron sus libros, verídicos o no, los que atrajeron hacia ella la atención de Europa y del mundo entero”.

 

La autora contemporánea Nikol Dziub, escribe en 2015: «Despertar las historias dormidas y escuchar la voz de las gentes: esa es la tarea de los viajeros románticos, que toman en consideración la historia antigua de la región y la modernidad occidental de manera conjunta. Así, viaje e historia permiten una doble finalidad, que es propia del poeta, del escritor, cuyo objetivo es transmitir su experiencia, y también la del historiador que “despierta las historias dormidas […]”. El Orientalismo se convierte entonces con rapidez en una de las principales características de este Romanticismo que se desarrolla en lugares como Sevilla, Córdoba y, sobre todo, Granada. Lo que se traduce en los textos de los románticos es una auténtica “alquimia de la palabra”».

 

En busca del paraíso perdido

El Romanticismo se ampara, en lo que concierne a Granada, en la leyenda de la “última mirada del moro” para crear aquí un mito, del que se desprende el verdadero mito de Granada, “la eterna nostalgia”. Chateaubriand, al hablar de la Alhambra exclama: “Allá se alzaba una torre velada por el centinela de tiempos de las guerras entre moros y cristianos, aquí aparecen unas ruinas cuya arquitectura anuncia sus orígenes moriscos 〈sic〉, un objeto más de dolor para el Abencerraje”.

El poema “Granada” incluido en Los Orientales, de Víctor Hugo es uno de los primeros ejemplos del Romanticismo francés, una obra poética creada en torno a la “magia de Granada”, que se inspira directamente de Las Aventuras del Ultimo Abencerraje de Chateaubriand.  Sin embargo, a pesar de la inspiración ejercida por V. Hugo, el verdadero iniciador de ese “granadismo poético” del siglo XIX, fue según apunta la crítica el gran poeta José Zorilla (Rania Ghanem Azar, 2009). El poeta buscaba describir de manera muy original las distintas facetas moras y cristianas de la España medieval, en tanto que sus compatriotas románticos amantes del orientalismo iban a buscarlo en otra parte. Lo que Zorrilla quería era desmarcarse de esta visión y mostrar el propio exotismo de Granada, que se convierte en tema central como se demuestra en la ingente obra literaria del Romanticismo que ha elegido como protagonista a la ciudad en sí misma y la Alhambra y el Generalife, el “tabernáculo” de este orientalismo granadino.


La evocadora Granada

La imagen romántica de Andalucía a veces se limita únicamente a la de la ciudad de Granada, como demuestran los numerosos escritos en los que el viajero se la ha imaginado antes incluso de visitarla, como un lugar extraordinario. El prolífico autor francés François Quinet (1803-1875), escribe al respecto: “Todo produce el efecto de las plantas embriagadoras de Oriente […]. Me imagino que el vértigo del opio o del hachís pueden dar idea de este sonambulismo del alma al que nos invita la Alhambra, pues habitan en el mismo territorio del ensoñamiento y la contemplación”.

Granada, la Vega y la Alhambra se consignan pues como un verdadero espacio ideal enaltecido por los románticos, que encuentran aquí un “edén” una fuente de “lo sublime” que insuflará vida a sus relatos. Esta idea de “edén”, ¿la sitúan los románticos en la Granada y la Alhambra de la época nazarí?, ¿Es coincidencia o se debe a la intervención de la “magia” de Granada? De cualquier modo, lo que transmiten sus escritos es el verdadero poder evocador de Granada y de un monumento tan complejo como simbólico como la Alhambra.

La autora Nikol Dziub, añade: “El viaje, en tanto que supone una búsqueda del infinito, se transforma en verdad absoluta; el paisaje forma parte del cosmos que es la prolongación del Yo poético que se revela en la figura del “escritor-creador”. Los escritores románticos ven Andalucía como un último refugio de la naturaleza, como el lugar al que puede volver no solo la literatura de tiempos pasados gobernada por la oralidad −de forma que la transmisión del saber no se efectúa a través de un autor en concreto, sino al pueblo receptor y emisor al mismo tiempo− sino también la edad mítica y gloriosa en la que convivían las religiones. La geografía andaluza incorpora las coordenadas científicas y los elementos míticos heredados del legendario al-Andalus y de Oriente”.

Coda

Casi doscientos años después, las palabras de Martinenche, para quien los monumentos andalusíes “poseen para nosotros el encanto y la dulce melancolía de las civilizaciones desaparecidas”, demuestran además la profunda huella de al-Andalus y la manera de vivir y percibir este legado artístico e histórico.

Si bien es verdad que los románticos fueron los verdaderos impulsores de esta imagen melancólica y lírica del patrimonio hispano-árabe, la actualidad no deja de hacernos reflexionar sobre la importancia de este legado en nuestra cultura. Es más, podríamos preguntarnos si la cultura andalusí ha “desaparecido” realmente como decía Martinenche.

El turismo tal vez sea la prueba más efectiva de que el legado andalusí sigue vivo y presente en Andalucía en general, y en Granada en particular, que respira un aire oriental innegable.

 


Por Youenn Rault
Responsable Cultural
de la Maison de France, Granada.

 

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