Itinerario Cultural de los Almorávides y Almohades

 

La puesta en marcha del Itinerario Cultural de los Almorávides y Almohades que impulsa la Fundación El legado andalusí pretende guiar al viajero interesado en la historia, el arte y la cultura a través de los monumentos, vestigios y recuerdos del pasado cuyas huellas continúan jalonando estas rutas que se transitaron a lo largo de muchos siglos y siguen siendo recorridas a día de hoy.

En ambas partes del Estrecho, los caminos que siguieron estas dos dinastías africanas se alternaban. Las grandes dinastías almorávide y almohade crearon a lo largo de los siglos XI, XII y XIII un imperio fuerte y poderoso, que se extendía por el Senegal, Mauritania, Mali, el Magreb y la Península Ibérica hasta la desembocadura del Ebro y el Mediterráneo Occidental. La intensa relación entre las Dos Orillas dio origen a un fuerte mestizaje de pueblos y culturas cuyas huellas siguen presentes hoy en día. De estos intercambios, lo esencial ha sobrevivido a los choques que se han producido a lo largo de la historia: Un fondo cultural y artístico común que permanece.

Rutas de los Almorávides y Almohades…¿Podemos describirlas sin hacer referencia continuamente a lo que en otro tiempo los antiguos denominaron “las Dos Orillas» -al-Adwatayn-? En ambas partes del Estrecho, los caminos se alternaban y se cruzaban, tejiendo inefables lazos entre los hombres. De estos múltiples contactos, ya fueran de alianza o de enfrentamiento, lo más esencial ha sobrevivido a los choques de la historia: un fondo cultural y artístico común, un arte específico de vivir. Pero, ¿en qué punto se encontraban estas mismas rutas en aquella época? Tomemos el mapamundi de mediados del siglo XII trazado por el geógrafo ceutí al-Idrisi y observémoslo a partir de Marraquech, la capital de los imperios almorávide y almohade. Relacionemos las ciudades allí mencionadas. Veremos que destacan dos ejes de carreteras en dirección sur-norte:

El primero se inicia en el “Desierto de los hombres velados”, tal como llamaron las fuentes históricas a la vasta extensión de arena que se encuentra actualmente en territorio mauritano, la cuna del movimiento almorávide. De las ciudades caravaneras situadas al norte de las cuencas de los ríos Níger y Senegal, como Awdagust o Azugui, las pistas del comercio transahariano toman rumbo hacia las llanuras del Atlas marroquí. Desde Agmat-Urika o desde Marrakech, nuestro recorrido histórico atraviesa la Tadla, se dirige hacia Mequínez y Fez hasta alcanzar los puertos mediterráneos de Ceuta, Qsar Segir y Tánger. A partir de allí es reemplazado por las Rutas de al-Andalus a la salida de Algeciras. Acordamos llamar a este eje “Ruta de los Almorávides” porque en su época fue el de las caravanas comerciales que unían el África subsahariana con las orillas mediterráneas a través de Siyilmasa, cabeza de puente de este tráfico que se basaba en el oro africano. Podríamos también evocar el recuerdo de los emires andaluces, al-Mutamid de Sevilla y Abd Allah de Granada, que fueron conducidos por este mismo camino hacia su destino en el exilio.

El segundo eje ocupa las llanuras atlánticas y se desvía hacia los puertos de Safí, Tit, Azemmour, Anfa, Fedala, Rabat y Salé, que entonces empiezan a desarrollarse. Rabat, punto de convergencia de esta red, es precisamente de creación almohade. Más allá, la ruta se orienta hacia Qsar el-Kebir, confluencia que une Tánger y los puertos mediterráneos con la red de Fez. Todo este sistema, a su vez, está conectado con al-Andalus. Este segundo eje constituye la “Ruta de los Almohades” por excelencia. El tráfico se hizo más seguro gracias a la reducción definitiva por los almohades del principado de los Barghawata, que se erigía como pantalla entre las llanuras atlánticas del norte y las del sur. La necesidad de aprovisionar a las ciudades de al-Andalus de cereales, ganado y otras materias primas contribuyó ampliamente a multiplicar los intercambios marítimos entre los puertos atlánticos marroquíes y los de la Baja Andalucía.

Estos dos ejes así descritos, en su confluencia con Marraquech, flanqueaban las montañas del Gran Atlas donde, confirma Ibn Jaldún: “los mercaderes acuden de todas partes”. Por estas vías naturales e históricas que son los valles del Atlas, las principales redes de carreteras del sistema marroquí-andalusí se ramificaban en las pistas caravaneras del comercio transahariano y africano. Tinmel, cuna del movimiento almohade, fortaleza que controlaba el valle del Nfis e importante vía de enlace con el sur, conoció entonces sus grandes momentos de gloria.

Plano General del Itinerario Cultural de los Almorávides y Almohades

Etapas del Itinerario:

Itinerario 1. Las ciudades de las caravanas

Este itinerario surca el desierto de los hombres velados, cuna de los almorávides. En este mar de arena sigue la pista de las cáfilas de dromedarios que embarcaban el oro africano, la sal, los esclavos, el marfil, las pieles o colas de avestruz.

Recala en dos ciudades desaparecidas: Azugui, baluarte almorávide plantado en medio de un hermoso palmeral, y Awdagust, la bulliciosa capital de los beréberes sinhaya, cuyos vestigios yacen encallados en las arenas. Luego, la ruta fondea ineludiblemente en los ksurs de Chinguetti, Wadan, Tichitt, Walata, los “puertos del desierto”.

Declaradas Patrimonio de la Humanidad, esas antiguas ciudades mantienen a flote, cada una a su manera, la primorosa arquitectura vernácula del oeste sahariano, prolífico espacio donde convergieron mercaderes y sabios, pueblos y culturas provenientes de variados horizontes.

Itinerario 2. En torno a Marraquech

En el corazón de este trazado se encuentra Marraquech, la metrópoli que dio su nombre a Marruecos. Es el punto de partida de múltiples caminos y teje a su alrededor una red repleta de historia que puede fácilmente seguirse hoy día utilizando las carreteras nacionales.

El itinerario engloba, al oeste, dos puertos atlánticos, Safi y Essaouira; al norte, el paraje arqueológico de Sidi Bou Othmane; en el sur, el Gran Atlas, con Agmat como primer peldaño hacia la montaña, y Tinmel, como último paso del recorrido histórico. Entre Océano y sierra, la senda nos permite contemplar la indeleble huella portuguesa de las ciudades costeras, las solemnes cunas de los dos grandes imperios del Occidente musulmán, variadísimas tierras que pasan del verde al malva, donde crecen y se entremezclan olivos, manzanos, almendros y nogales.

Itinerario 3. Rumbo a Fez

En el corazón de la llanura de Tadla, entre Marraquech y Fez, la ruta sigue las huellas de los almorávides. Para adueñarse de un inmenso imperio, los guerreros saharianos tuvieron primero que controlar esta arteria vital, eminentemente estratégica, llamada antaño Tariq al-Majzen.

Jalonada desde hace siglos por las imponentes kasbas, centinelas en los contrafuertes del macizo del Atlas, conduce a las riberas de una ciudad desbordante de cultura y refinamiento, donde afluyeron las más variadas corrientes artísticas e intelectuales del Occidente y del Oriente musulmanes: Fez, y más allá, Mequínez, antigua soberana que desvela su extraordinario patrimonio: un cielo iluminado por sus alminares y las singulares bóvedas piramidales de sus palacios en una tierra donde crece el olivo y florece el Malhun, la poesía popular cantada cuyas lejanas resonancias evocan a al-Andalus.

Itinerario 4. Por las llanuras Atlánticas

Entre Marraquech y Rabat seguimos los pasos de los almohades, dejándonos llevar por las llanuras atlánticas. En estos parajes, los almohades se detuvieron y fundaron el “Campamento de la Victoria”, Rabat, antes de proseguir su marcha imparable más allá del Estrecho.

A su vez, estas costas oceánicas recibieron varias oleadas de exiliados andalusíes y moriscos. Codiciadas por portugueses, españoles y holandeses, muchas de sus localidades consiguieron erigirse en principados, independientes de cualquier poder central. Dos de estas ciudades ostentan la capitalidad del Reino de Marruecos: Casablanca, la económica, y Rabat, la política. La Ruta recorre soberbias fortalezas que vigilan el océano, antiguas calas de corsarios y laberínticas medinas donde se perpetúan los oficios y artes hispano-marroquíes.

Itinerario 5. Camino del Estrecho

Desde las costas o el interior, todas las rutas confluyen en el Estrecho y en sus dos puertos, Tánger y Ceuta, que serán trampolines de todas las incursiones hacia el subyugante país de al-Andalus. Antes de cruzar el Bahr al-Zuqaq (Mar del Callejón) el camino se detiene primero en parajes naturales como la Laguna Azul o Merdya Zerga, antaño reserva de caza favorita de los califas almohades.

Allí, frente al Atlántico, Larache y Asilah conjugan monumentos de dos civilizaciones donde mezquitas y madrazas se codean con palacios hispano-moriscos. Antes de dar el salto, es imperativo hacer una sustanciosa inmersión cultural en dos ciudades impregnadas del legado de al-Andalus: Tetuán y Chaouen, que recibieron durante siglos nutridas oleadas de inmigrantes de la otra orilla.

Itinerario 6. Del Estrecho al Occidente de al-Andalus

En su progresión hacia el norte, el Itinerario de los Almorávides y Almohades salta el Estrecho de Gibraltar. Comienza la andadura por la vertiente septentrional de “las Dos Orillas”, las tierras de al-Andalus. Aparecen en primer lugar las ciudades del Estrecho, llave de la comunicación entre el Magreb y al-Andalus.

Se interna el camino por las campiñas onduladas de Jerez y de Arcos, para alcanzar poco después la floreciente Sevilla, gran emporio de la época y capital almohade en paralelo con Marraquech. El itinerario prosigue por territorio onubense, portugués y extremeño, para retornar después a los valles del Guadiana y el Tajo, cuya línea señaló el límite de la expansión almorávide y almohade en el Occidente de al-Andalus.

Itinerario 7. Por el Guadalquivir y la Meseta

Este trazado sigue la ruta principal de comunicación del Valle del Guadalquivir con la meseta castellana, histórico camino de ida y vuelta de ejércitos y civilizaciones. Comienza en Carmona, continúa en Écija y entra en Córdoba, madre de todas las ciudades de al-Andalus y principal nudo de comunicaciones heredado de época romana. Las campiñas cordobesa y jiennense se unen para subir hasta el Alto Guadalquivir en un itinerario que discurre entre ciudades monumentales, pueblos de frontera y castillos.

Nuestro camino traspasa el obstáculo de Sierra Morena siguiendo paisajes que sirvieron de escenario a grandes momentos de la historia medieval española: Alarcos, Navas de Tolosa, Uclés…

Itinerario 8. Hacia el Oriente de al-Andalus

A partir del Estrecho, otro ramal de gran importancia en las rutas de los almorávides y almohades por los dominios de al-Andalus discurre hacia el este y el norte, buscando los confines de los imperios norteafricanos. La primera parte de de este itinerario toca las ciudades que integraron el reino nazarí, último refugio de al-Andalus: Ronda, Antequera, Málaga, Granada, Guadix y Almería.

Un segundo tramo prosigue hacia el Levante, territorio punteado de medinas, castillos y puertos. Siguiendo vías históricas, el itinerario sortea la fortaleza de Aledo, atraviesa la Vega de Murcia y alcanza Valencia. Finalmente, el recorrido se acerca a los límites orientales y septentrionales de al-Andalus de los siglos XI y XIII: en el Mediterráneo, las Islas Baleares; hacia el interior, Cuenca, que unía los centros de poder de la Meseta con el Levante; y hacia el Valle del Ebro, Albarracín y Zaragoza.

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