Arte y arquitectura

de al-Andalus

En los primeros tiempos del Islam surge un arte rico y variado basado en la tradición clásica, en el arte bizantino, en el persa y en el de los pueblos orientales que conquista paulatinamente el imperio islámico. Sin embargo, la originalidad de las estructuras arquitectónicas y los motivos ornamentales dan como fruto un arte propio, típicamente musulmán. En todas las creaciones artísticas islámicas se advierte un indiscutible parentesco, vocabulario y denominador cultural comunes.

La ornamentación es sin duda uno de los aspectos que más ha contribuido a la unificación del arte musulmán. Los mismos temas decorativos aparecen tanto en la arquitectura como en las artes suntuarias con independencia del material, la escala o la técnica empleada. La gran profusión de superficies decoradas hace que las estructuras queden parcialmente camufladas, mientras que mediante la repetición de motivos a menudo geométricos y la sabia combinación de materiales y texturas, se logra un efecto tridimensional que dota a los edificios de un cierto misterio y ligereza. La luz y el agua son elementos indispensables para la consecución de este efecto casi irreal. Tanto en los edificios como en los objetos decorativos, la caligrafía, los motivos geométricos y los motivos vegetales estilizados, también llamados atauriques, abigarran el espacio en una armoniosa interrelación.

Los motivos figurativos aparecen a menudo en los objetos domésticos, contrariando la creencia popular de que la tradición musulmana los prohíbe, aunque en realidad, ciertamente los desaconseja, ya que la divinidad perdería su carácter trascendental e inmaterial al intentar ser representada; por ello, nunca existen figuraciones en los edificios religiosos. Otro de los elementos decorativos arquitectónicos más característico son los mocárabes, que separan determinados espacios y están conformados de alvéolos semi-esféricos o prismáticos que se repiten y superponen, como en un auténtico enjambre.

Entre las artes decorativas de al-Andalus merecen ser destacadas las arquetas y botes de marfil preciosamente tallados, los almireces, pebeteros y grifos en bronce, los objetos de madera tallada, los ataifores, lebrillos, jarras y jofainas de cerámica vidriada, las pilas de abluciones y cipos funerarios de mármol, la orfebrería en oro, los tejidos en seda bordada y los libros encuadernados e iluminados.

En cuanto a la arquitectura, son numerosos los edificios andalusíes que aún se pueden admirar en la Península Ibérica. Entre los de carácter religioso constan las mezquitas. Entre las partes que suelen componer las mezquitas se encuentran el alminar, desde el que el almuédano convoca a la oración cinco veces al día, el patio, o sahn, en el normalmente hay una fuente para realizar las abluciones, la sala de oración de la mezquita, llamada haram, que suele configurarse como una gran sala hipóstila, con naves perpendiculares a la qibla. Las naves extremas se prolongan en ocasiones rodeando el patio. El muro de la qibla indica la orientación de la misma, normalmente hacia La Meca, y en él que se halla el mihrab. Entre las mezquitas que existieron en al-Andalus sobresale sin duda alguna la de Córdoba. Se conservan otras de carácter mucho más humilde en núcleos rurales, como la de Almonaster la Real (Huelva), actualmente convertida en iglesia.

Otro de los edificios más característicos del mundo musulmán son las medersas, o madrazas, destinadas a la enseñanza de las ciencias religiosas y la jurisprudencia. Éstas se articulaban en torno a un patio al que se abrían cuatro grandes salas o iwanes, y sobre el que daban las habitaciones de los estudiantes. Como ejemplo, aún se conserva un sector de la madraza de Granada, pero las más espectaculares son las madrazas meriníes de Fez, en especial la Bu Inania.

También dotados de carácter religioso, se levantaban en al-Andalus numerosos mausoleos en los que se enterraba a santones y figuras notables. Estaban cubiertos de cúpulas y solían tener planta cuadrada.

En el terreno de la arquitectura militar cabe mencionar la fortificación de las ciudades mediante murallas que presentan torres defensivas a tramos regulares. Suelen estar precedidas por una barbacana, y cuentan con un parapeto almenado. Las puertas de acceso se estructuran a veces en recodo. Dentro de las fortificaciones de este tipo, presentan gran interés las murallas de Niebla y las de Sevilla. Las alcazabas son también construcciones típicamente defensivas que en ciertas ocasiones albergaban en su recinto auténticas ciudades residenciales, como es el caso de la de Málaga y la de Almería. Dentro de la arquitectura residencial destacan también los palacios y alcázares y las ciudades palatinas, algunos tan suntuosos como los de la Alhambra y Madinat al-Zahra.

Otra de las características de la arquitectura en al-Andalus es la gran profusión de baños o hammam, esenciales para la higiene, pero con numerosas funciones más, como la religiosa, la social, etc. Derivados de las termas clásicas, están integrados por varias estancias en las que la temperatura varía de forma progresiva. Para ello se distribuye de forma subterránea el aire que previamente se calienta mediante un horno. Ronda y Jaén disponen de magníficos ejemplos, pero se conservan cerca de un centenar de baños en toda la Península Ibérica.

Finalmente, no hemos de olvidar muchos otros espacios característicos de las ciudades andalusíes, como las alcaicerías, recintos cerrados en el interior del zoco en los que se venden las mercancías más preciadas. Es interesante, en este sentido, la alcaicería que se conserva, aunque reconstruida, en Granada. Las alhóndigas o funduq se destinaban, en cambio, a almacenar productos y para alojamiento de mercaderes, de ahí la palabra fonda. Aún se conserva un notable ejemplo en Granada: el llamado Corral del Carbón.

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