La música andalusí, un legado compartido

Gracias a la tradición oral, la música que arábigo-andaluza ha llegado hasta nuestros días, transmitiéndose a través de generaciones.

Hasta hace unas décadas la música andalusí apenas si era conocida únicamente entre especialistas, cuando no por melómanos curiosos. Aunque, en general, la música árabe se conoce poco en España, en Andalucía se tiene una percepción diferente al ser parte del acervo cultural de esta región, vecina del Norte de África, donde está depositado el gran legado musical andalusí. Aquí, son numerosas las escuelas que preservan los distintos legados musicales andalusíes, cuyas diferencias atienden a sus distintas procedencias. Así pues, la actual escuela tunecina tiene una raíz sevillana, la argelina procede de Córdoba y la de Fez de Valencia, aunque todos ellos tienen influjos de la escuela granadina. Esto obedece a que desde principios del siglo XIII, y según conquistaban Córdoba, Sevilla y Valencia los ejércitos cristianos, comienza un éxodo masivo de andalusíes que se distribuyeron entre Tlemcén (Argelia) los que procedían de Córdoba, Fez, adonde marcharon los de Valencia, y Túnez, destino de los sevillanos. Otros muchos se establecieron en Granada, ciudad que al seguir estando gobernada por una dinastía musulmana, los Nazaríes, se convierte en el núcleo cultural que aglutina a los andalusíes del resto del ya desaparecido al-Andalus. Pero tras la caída de Granada, Marruecos se convierte en el gran receptor de los emigrantes granadinos, donde se crean dos importantes centros urbanos, Te-tuán y Chauen. Hoy en día, los músicos clásicos originarios de estas ciudades se proclaman los herederos de la música granadina en su mayor grado de pureza, aunque sin olvidar la ciudad de Oujda, organizadora tradicional de festivales de música Garnatí.

Músico tocando en un café de Fez.

© Henry Kneuer. Fundación El legado andalusí

A la difusión y conocimiento de las raíces musicales de Andalucía ha contribuido en gran parte el esfuerzo realizado tanto por músicos como por instituciones andaluzas, como el Centro de Documentación Musical de Andalucía con sede en Granada, el Circuito Andaluz de Música, y las fundaciones de El legado andalusí, o Tres Culturas, por citar algunas. A esto se suma el creciente interés de los músicos de todos los estilos por esta música, no obstante la dificultad para el aprendizaje o la adquisición de instrumentos. Por su parte, el flamenco está viviendo momentos brillantes y, por fortuna, hace ya tiempo que dejó de ser una música para minorías, a lo que contribuyó sin duda el hecho de que los artistas del flamenco se abrieran a otras formas de entender la música, favorecidos por encuentros musicales donde se ha producido la fusión de estilos, sin perder la frescura y la esencia de las raíces flamencas. En este sentido, los artistas de música andalusí fueron pioneros en colaborar con artistas flamencos, como es el caso de las orquestas de Tánger y de Tetuán, ésta última bajo la dirección del fallecido, maestro Chekara, y las aportaciones de El Lebrijano, José Heredia, Enrique Morente y su hija Estrella Morente, Lole, y otros muchos.

Hay diversas teorías acerca de los orígenes del flamenco. Respecto a su filiación histórica, de lo que no cabe duda es de la conexión que se produjo entre los primeros gitanos (flamencos) que llegaron a Granada en el siglo XV, y las minorías moriscas que enseguida se identificaron con esta etnia. Entre ambas comunidades se produjo una cohesión inmediata, una simbiosis favorecida por sus semejanzas culturales, que les llevó a convertirse en grupos marginales, separados del colectivo social mayoritario: el castellano. Entre las semejanzas más notables en el modo de vida de gitanos y moriscos, encontramos el carácter nómada de ambos pueblos.

Placa del Museo de música andalusí de Fez.

© Henry Kneuer. Fundación El legado andalusí

La desintegración de la cultura morisca, debida a tensiones de todo tipo: políticas, económicas y sobre todo religiosas, les convirtió en un grupo desarraigado y perseguido, y, en consecuencia, en un pueblo errante. Esto facilitó su encuentro con otro pueblo en condiciones idénticas en este sentido, los gitanos. La confesión religiosa es también una condición que reúne un gran paralelismo en ambas culturas, pues coinciden en, por ejemplo, declararse cristianos sólo de manera formal, en muchos casos por interés, aunque su profesión y práctica religiosa fuera otra. Pero donde realmente se produce un maridaje cultural perfecto es en la música. Desde la segunda mitad del siglo XVI la participación de gitanos en fiestas religiosas, como la fiesta del Corpus, se convierte en tradición. Ésta se remontaba a tiempos anteriores, cuando a los moriscos se les permitía cantar y bailar en las Fiestas del Corpus granadino, siendo los gitanos los que les tomaran el relevo cuando estos fueron expulsados de España. Sin embargo, mantuvieron sus contenidos, ritmo e instrumentos. Según cuentan las crónicas, en el año 1640, estos participaron en Málaga en la fiesta de la Inmaculada Concepción tocando el tamborilio y el adufe –un tipo de pandereta que después tocaban las gitanas, cuyo uso ya se conocía en la comunidad gitana granadina desde finales del siglo XVI– junto con otros instrumentos musicales. La música de los gitanos, sus saraos y zambras, gozaban de una gran demanda en las fiestas populares, y fueron los favoritos de los comisionados que organizaban los festejos, que los incluían en casi todas sus programaciones. Los gitanos introdujeron en su propia tradición los bailes moriscos, de lo que ya se tiene constancia en una crónica del año 1605.cuando un grupo de gitanos recibió al embajador Conde de Nottingham con una “danza a la morisca usanza”, lo que revela la profunda asimilación de la cultura de los moriscos por los gitanos, y el intercambio cultural que se produjo entre ambas comunidades.

La producción musical andalusí, que abarca desde el siglo VIII hasta el XVI está enriquecida por diferentes influencias culturales como la mozárabe, los ritos visigóticos y bizantinos, la música beréber, la hebrea y la de los países árabes de Oriente Medio y Próximo Oriente. 

En tiempos al-Andalus, bajo el gobierno del califa omeya Abderrahman II se dio en Córdoba un espectacular fenómeno. Hasta estas tierras del Islam occidental  llega, huyendo de las tensiones de la corte de Bagdad, un músico conocido como Ziryab. Maestro del príncipe Harun al-Rashid, cuando llega a al-Andalus pide al entonces emir de Córdoba trabajo en su corte, lo que el dignatario consiente. Sin embargo, apenas llega el músico a tierras andaluzas el emir muere, pero su sucesor, su hijo Abd-er-Rahman II tuvo el gran acierto de mantener el contrato por sus servicios, que fueron muchos. Así pues, fueron muchas las empresas de gran magnitud que acomete, de las que cabe destacar la fundación en Córdoba del primer conservatorio del mundo árabe, y de numerosas escuelas de música repartidas por la geografía andaluza. Todos los hijos de Ziryab fueron músicos y maestros, si bien de entre los varones hubo uno, Obaidala, que fue un prestigioso cantante de la época. Sus hermanos Abd-er-Rahman, Kassim y Muhammad fueron músicos de igual renombre. De sus hijas, Alia fue la continuadora de su padre en las tareas didácticas; fue una maestra de canto muy solicitada. Así, todo el entorno del maestro de Bagdad, hijos, hijas y esclavas–como las de Abd-er-Rahman II, Met’aa y Masabih– formaron parte de este elenco de enseñantes que hizo que la música en el siglo XI fuera particularmente importante. Según el historiador Ibn Hayyan, “aún es práctica en España que todo aquel que empieza a aprender el canto comienza por anexar (recitación) como primer ejercicio, acompañándose de cualquier instrumento de percusión. A continuación se empieza con el canto simple o llano, para seguir luego su instrucción y alcanzar con géneros más rítmicos el final, y terminar con los hechezes. Zyriab introdujo en al-Andalus las armonías orientales de origen greco-persa sobre las que germinarían gran parte de las músicas tradicionales que surgieron posteriormente en ciertas áreas de la Península Ibérica. Su aportación fue muy importante porque redujo la improvisación tanto de ritmo como de modo, que era recurrente a la hora de llevar a cabo el cante árabe andaluz, y sentar una serie de premisas para que se reconociera aún más este arte. Según el historiador Martín Moreno, “Ziryab fue el primer compositor de los cantos árabes conocidos con el nombre de moaxajas. También son de él las primeras normas que introdujo para la sucesión de cantos. Estos se conocen en Turquía en la actualidad como faacel, osval en el mundo oriental, y el nombre que se le da en África, la nuba”2. En cuanto a la instrumentación, hubo igualmente grandes innovaciones. Como ejemplo más inmediato tenemos el propio laúd de Ziryab, que según algunas fuentes de la época pesaba un tercio menos que los laúdes convencionales. Las cuerdas eran de una seda que no se había hilado con agua caliente, ya que de lo contrario serían más débiles. El bordón y la tercera las fabricó con intestino de cachorrillo de león, lo que otorgaban más dulzura, limpieza y sonoridad que las hechas con las tripas de otros animales. Las cuerdas de tripa de león eran más fuertes y soportaban mejor la pulsación del plectro. Y lo fundamental, un episodio harto conocido: añadió la quinta cuerda. “El laúd tradicional contaba con cuatro cuerdas que, según el simbolismo de los teóricos, correspondían a los cuatro humores del cuerpo humano: la primera era amarilla y simbolizaba la bilis; la segunda roja, simbolizaba la sangre; la tercera, blanca, sin teñir, simbolizaba la flema, mientras que el bordón, teñido de negro, simbolizaba la melancolía. La quinta cuerda añadida por Ziryab simbolizaba el alma. Estaba teñida también de rojo y colocada en el centro, entre la segunda y la tercera, aumentando las posibilidades expresivas del instrumento”2

Kunnas al-Haik.

© Imagen del cancionero titulado Kunnas al-Ha’ik.

El Kunnas al-Haik constituye uno de los tesoros más preciados de la herencia músical andalusí-magrebí. De no haber sido de la tradición oral, la música de al-Andalus no hubiera llegado hasta nosotros. Las canciones se han transmitido a través de generaciones y la construcción de los instrumentos, y su interpretación se ha aprendido mediante la observación. Sin embargo, al no existir versiones escritas normalizadas, estas músicas pueden sufrir modificaciones, e incluso adaptarse a los gustos musicales de las culturas que las acogen. Por eso, las tradiciones musicales tradicionales cuentan con el enigmático encanto de ser al mismo tiempo contemporáneas y antiguas, pero son sobre todo representativas de las tradiciones de un pueblo.Sin embargo, la tradición oral y la reelaboración de una música que hace una determinada comunidad no es igual en todas las culturas. De ello depende en gran medida el valor que cada cultura otorga a sus tradiciones. En al-Andalus este proceso abarca la casi totalidad de la permanencia de los musulmanes en Andalucía, desde pocos años tras su llegada (711) hasta poco después de su marcha (160l). La música existente en este periodo abarcaba diversas influencias y culturas musicales como la mozárabe (cristiana con elementos de romanización, resultado de la influencia de los pueblos bárbaros y los ritos visigodos y bizantinos), la música beréber, la hebrea y la árabe (procedente de los países de Oriente Medio y Próximo Oriente), donde se ha conservado bajo la forma de muwassahas (moaxajas), mientras que en el Magreb, han sido las nubas de al-Andalus y del reino nazarí de Granada. Esta cultura de transmisión oral dio lugar a unas composiciones poético-musicales propias, desarrolló la teoría musical y se valió de incontables fuentes narrativas y literarias. Por su parte, la música que se hacía en el Magreb es la gran receptora de la cultura y, por ende, de la música andalusí: recoge influencias en modos, ritmos y formas musicales, pero no obstante sus composiciones propias, tanto en música culta como popular, alcanzan un alto nivel de excelencia.

Este legado musical ha llegado hasta nosotros en forma de cancioneros o kunnas, es decir recopilaciones de los textos poéticos de cantos (o nubas) que se conservaron. Estos cancioneros, por los datos e informaciones que aportan, son un importante medio para conocer el patrimonio musical andalusí- magrebí que posee un fondo común distinto de otras músicas modales como la del Oriente musulmán. Pero si hay un cancionero que pueda considerarse un verdadero tesoro, ese es el conocido como Kunnas al-Hai’k. Se trata de un manuscrito del siglo XVIII cuyo autor, Muhammad al-Husayn al Ha’ik al-Titwani al-Andalusí, logró recopilar las letras de las canciones de origen andaluz que se oía en su tiempo. Este documento es considerado tanto por el ali, o músico profesional, como por el mulu, o amante de esta música, el repertorio más completo del patrimonio musical andalusí-magrebí. Por ejemplo, trata de los orígenes de las once nubas así como los modos y ritmos en que deben interpretarse, las formas poético-musicales que viven en torno a la nuba o que ella misma genera: moaxaja y zéjel, o también formas orientales como la casida. Del mismo modo contiene referencias a instrumentos musicales y a los efectos terapéuticos de la nuba. Es decir, que el objeto primordial de al-Hai’k al escribir su Kunnas era transmitir todo lo aprendido acerca de la poesía y la música aunque, para justificar el contenido ante determinadas escuelas, imprime cierto carácter sacro al aludir a la música a través de citas coránicas y los efectos curativos que su escucha producía en el alma humana. Así pues, gracias a este documento de valor incalculable, hemos recuperado para generaciones futuras este legado, que es ahora una realidad musical compartida con la otra orilla del mar Mediterráneo. Teniendo en cuenta que la transmisión oral plantea los problemas que hemos mencionado anteriormente, de no haber sido por la recopilación que hizo al-Hai’k no se hubiese consolidado la música clásica de al-Andalus, ni tampoco se hubiesen conocido las posteriores aportaciones magrebíes.

Bibliografía:

Valdivieso García, Esteban. Revista El legado andalusi. Una nueva sociedad mediterránea.

Nº 12. Año III/2000. 4º Trimestre. Edita Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, a través de la Fundación El legado andalusí.

Notas pie de página

1y2  Martín Moreno, Historia de la Música de Andalucía.

 

Esteban Valdivieso García, musicólogo.

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